Canción de cuna
Sabía bailar agarrao sólo con los vasos. Susurrar a los cuellos fríos y arrancarles el grito de las ballenas hasta que confundido en la espuma la ola le hacía jaque-mate y se daba con la arena hecha cristal en los dientes.
Abrazado a las farolas conversaba con los mosquitos sobre el avenir de las estrellas. De repente olvidaba que estaba hablando de cosas bellas y el silencio lo acompañaba de la mano al día siguiente.
Un día me lo encontré, o más bien fue al revés. El se balanceaba y lucía una sonrisa como la copa de un pino. Yo venía calculando cuanto aliento cabe en el respiro de un lagarto, cargada de bolsas, hacía un calor que te mueres.
-No arrastres los pies, me graznó enfadado.
Yo me atraganté indignada con una fresa.
-¡Tengo un cordón suelto! , tosí muy resuelta envuelta en una nube de polvo mientras me caía tropezando con el bajo muy bajo del pantalón.
El hombre se acercó despacio y recogió los limones del suelo, los devolvió a su redecilla con paciencia. Se volvió a agachar y pensé, me va a pedir que me case con él. Le dio vueltas al pantalón hasta dejármelo a la altura de un pirata. Me hizo un nudo marinero en el cordón. Levantó la cabeza. Me propuso algo decente.
-No arrastres los pies.
Después de repente olvidó que estaba hablando de cosas bellas y se fue flotando.
Abrazado a las farolas conversaba con los mosquitos sobre el avenir de las estrellas. De repente olvidaba que estaba hablando de cosas bellas y el silencio lo acompañaba de la mano al día siguiente.
Un día me lo encontré, o más bien fue al revés. El se balanceaba y lucía una sonrisa como la copa de un pino. Yo venía calculando cuanto aliento cabe en el respiro de un lagarto, cargada de bolsas, hacía un calor que te mueres.
-No arrastres los pies, me graznó enfadado.
Yo me atraganté indignada con una fresa.
-¡Tengo un cordón suelto! , tosí muy resuelta envuelta en una nube de polvo mientras me caía tropezando con el bajo muy bajo del pantalón.
El hombre se acercó despacio y recogió los limones del suelo, los devolvió a su redecilla con paciencia. Se volvió a agachar y pensé, me va a pedir que me case con él. Le dio vueltas al pantalón hasta dejármelo a la altura de un pirata. Me hizo un nudo marinero en el cordón. Levantó la cabeza. Me propuso algo decente.
-No arrastres los pies.
Después de repente olvidó que estaba hablando de cosas bellas y se fue flotando.