Se me ve el plumero
Parece que la patata esta escribe.
Acabo de dejar de buscar el cigarrillo que durante media hora no he encontrado. Esto que sabes que es inútil...
Hoy he limpiado. No me refiero a batallar con el Mister Proper, que por cierto el otro día lo olvidé sobre la repisa del lavabo y ayer casi le echo un trago pensando que era fluor. Me refiero a las otras pelusas, a las que se te van pegando a los años como se pegan los pelos de gato al paño de los abrigos de h&m. He acumulado muchos pelos en mi guardapolvos que no son míos, de abrazarme tanto a la angora y al cuero sin curtir.
Pues hoy he ido a cotillear qué se contaban las pelusillas y he visto que las musarañas que animaban el cotarro han dejado el nido vacío.
Tengo miedo y risa un poco de cría aún. Me río de cosas que otros no encuentran graciosas, porque sencillamente ya no las encuentran, llama la carcajada al cencerro de sus gargantas y la cosquilla no les abre la puerta. Con lo del miedo salgo perdiendo. Los niños temen lo que no ven y aprenden a intuirlo, y lo inventan y lo aciertan y lo vuelven a temer. Me pasa con algunas cosas. Con el recuerdo, con la memoria. No sé de dónde me he sacado que es necesario recordar quíen hizo qué o quíen dijo miedo para entender de qué va la historia. Que no hay que tirar nada. Que quien guarda halla. Y yo que lo meto todo a barato siempre me he esforzado en retener. Apártate, haz hueco que va a pasar el Tiempo. Estar mirando justo en el momento en el que cae la hoja al suelo.
He tirado libros que no me gustaron y que no recomiendo a nadie, apuntes de literatura francesa que por otra parte ya no me sirven porque las abreviaturas de antes ya no me dicen nada, posters que han dejado la verguenza del tiempo tatuada en la pared, escritos de hace muchos años en los que ahora compruebo que nunca llegué a creerme la mentira que me contaba una y otra vez, cartas que por tener las alas pegadas nunca llegaron a arrullarle en la ventana a su destinatario, un par de alas blancas afeadas por el polvo que nunca he sido capaz de colgar como dios manda, un palito de remover cubatas en forma de corazón, el alcohol se concentra siempre en el último trago, números de teléfono incluyendo los míos viejos y muchas cosas más que ya he olvidado que viví, guardé y desheché.
La típica pelusilla que acumulas de ir abrazando el tiempo con un guardapolvos de piel de melocotón en la que después van enmudeciendo las musarañas. Cuartito cuartito, que desnudas paredes tienes. Es para que quepas mejor.
Confieso que he vivido, aunque no sabría decirte qué exactamente, es de estas cosas que inventas sin verlas y su ausencia no te da miedo. La risa no la tiro que es de las pocas cosas que no se reciclan en este pais.
Aún me queda el polvo y hacer agujeros en la pared para colgar las dichosas cortinas de la discordia, que se me ve el plumero.
Acabo de dejar de buscar el cigarrillo que durante media hora no he encontrado. Esto que sabes que es inútil...
Hoy he limpiado. No me refiero a batallar con el Mister Proper, que por cierto el otro día lo olvidé sobre la repisa del lavabo y ayer casi le echo un trago pensando que era fluor. Me refiero a las otras pelusas, a las que se te van pegando a los años como se pegan los pelos de gato al paño de los abrigos de h&m. He acumulado muchos pelos en mi guardapolvos que no son míos, de abrazarme tanto a la angora y al cuero sin curtir.
Pues hoy he ido a cotillear qué se contaban las pelusillas y he visto que las musarañas que animaban el cotarro han dejado el nido vacío.
Tengo miedo y risa un poco de cría aún. Me río de cosas que otros no encuentran graciosas, porque sencillamente ya no las encuentran, llama la carcajada al cencerro de sus gargantas y la cosquilla no les abre la puerta. Con lo del miedo salgo perdiendo. Los niños temen lo que no ven y aprenden a intuirlo, y lo inventan y lo aciertan y lo vuelven a temer. Me pasa con algunas cosas. Con el recuerdo, con la memoria. No sé de dónde me he sacado que es necesario recordar quíen hizo qué o quíen dijo miedo para entender de qué va la historia. Que no hay que tirar nada. Que quien guarda halla. Y yo que lo meto todo a barato siempre me he esforzado en retener. Apártate, haz hueco que va a pasar el Tiempo. Estar mirando justo en el momento en el que cae la hoja al suelo.
He tirado libros que no me gustaron y que no recomiendo a nadie, apuntes de literatura francesa que por otra parte ya no me sirven porque las abreviaturas de antes ya no me dicen nada, posters que han dejado la verguenza del tiempo tatuada en la pared, escritos de hace muchos años en los que ahora compruebo que nunca llegué a creerme la mentira que me contaba una y otra vez, cartas que por tener las alas pegadas nunca llegaron a arrullarle en la ventana a su destinatario, un par de alas blancas afeadas por el polvo que nunca he sido capaz de colgar como dios manda, un palito de remover cubatas en forma de corazón, el alcohol se concentra siempre en el último trago, números de teléfono incluyendo los míos viejos y muchas cosas más que ya he olvidado que viví, guardé y desheché.
La típica pelusilla que acumulas de ir abrazando el tiempo con un guardapolvos de piel de melocotón en la que después van enmudeciendo las musarañas. Cuartito cuartito, que desnudas paredes tienes. Es para que quepas mejor.
Confieso que he vivido, aunque no sabría decirte qué exactamente, es de estas cosas que inventas sin verlas y su ausencia no te da miedo. La risa no la tiro que es de las pocas cosas que no se reciclan en este pais.
Aún me queda el polvo y hacer agujeros en la pared para colgar las dichosas cortinas de la discordia, que se me ve el plumero.