Saturday, October 27, 2007

LA ENTRAÑABLE Y TRISTE HISTORIA DE ANTONIO EL CONEJO BLANCO



Érase una vez, en un lugar cercano como los secretos, un conejo blanco con una pompa de jabón cosida al trasero y orejas largas como los días sin zanahorias.
Antonio era por naturaleza alegre, pues tenía los ojos saltones y las patas largas. Un buen día se lastimó un dientecito tratando de desenterrar un rábano en el asfalto y se dijo muy ufano que las ciudades no están hechas para los conejos ni los conejos para las ciudades. Agarró su zanahoria estilográfica y dejó una notita que decía así:

- “ Te recuerdo que soy un conejo”.

Después la releyó muy teatral arrastrando mucho las “es” y las “os” , se llevó un Actimel y un hacha y se hizo al bosque. De no ser porque al darse la vuelta las orejotas le habrían tapado los ojos, Antonio, que además de alegre era torpe, se habría girado a mirar la promesa de la urbe desde la colinita. Y se alejó dando saltitos columpiándose sobre su hacha siguiendo las vías del tren hasta que ya no hubo más tren ni más vía.

- Los trenes no están hechos para los bosques ni los bosques para los trenes. Así que el futuro debe de estar en las patas-. Pensó en voz alta, y se regocijó unos minutos al oír su propia voz de pito que le hizo recordar que era un conejo alegre y algo torpe.

Atravesó el bosque hasta llegar al corazón y por el camino, como no se encontró con ninguna lechuza, se demoró a charlar con ellas hasta que aparecieron. Le pareció que había un tono de advertencia en sus uhus repetitivos pero como tenían los ojos también saltones se entendieron bastante bien. Y en el corazón, que en el bosque no está en el bolsillo izquierdo sino en medio de la espesura, había un lago como un espejo, pero con olas (sin hache). El pajarraco recogió con cariño las orejas de Antonio, le hizo con ellas un cómodo lazo como una escafandra, levantó primero una ceja y luego el vuelo (y una nube de hojas secas).

- ooooh ooooh. Al agua no por favor, al agua no por favor.- se decía dando vueltas sobre sí mismo persiguiéndose el rabito (que era una pompa de jabón).

Hasta que tropezó con su reloj de pulsera y con los ojos como platos exclamó:

- ARRRRJ!!!!! LLEGO TARDE, LLEGO TARDE!!!! Al agua patas!!!

El agua estaba helada, como era de esperar, probablemente porque lo normal es esperar que esté caliente y entonces la sorpresa es como un mordisco en los morros. Congelado, Antonio no pudo por menos que aprovechar la travesía y cortarse unas alguitas para más tarde. Cuando por fin alcanzó la otra orilla, el conejo blanco estaba casi azul del frío.

- Ay! Brrrrr brrrrrr brrrr Ay! .- repetía sin cesar, hasta que por hablar dando saltitos se mordió la lengua y tuvo que callarse a escuchar a las lechuzas desde el otro lado gritar, yuuuujuuuuu-yujuuuuuuuuu. –ZILENCIO, PE-ZA-DAZ!!!!! .

La dra. Kamchatka lo dejó conejear un ratín más. Con su triciclo motorizado oculto tras unos arbustos aguardaba a ser vista. De calada en calada recordaba que la esperanza está en las yemas de los dedos, fumaba hierba, se llevarían bien.