De nostálgicos y analgésicos
Nostalgia, del griego nostos (regreso) y algos (dolor).
Algo de nostalgia se siente cuando sumerges la cabeza en una sopa antigua de algas insípidas y notas que se ha borrado el sabor que tenía, que ya no está, nostos, no tá.
Duele no querer regresar a lo soñado, inventado, anhelado. Ilusión de abeto de navidad de hoja caduca que nos pincha el sueño al acariciarlo, vende a impostores nuestra fantasía y se congela siempre más tarde que más temprano, cuando por fín no nos parece poco que amanezca. La luz nueva del viejo día barre la calle de pinos de navidad desnudos de adornos y hace menos daño a los ojos que el artificio de las lucecitas intermitentes, ahora sí-ahora no-ahora sí. Si llovieron agujitas las ramas sobre la alfombra en el hall de la entrada, aspíralas a conciencia.
El algos de la no-nostalgia. Duele más quedarse que irse, da más vértigo construir que destruir. ¿Se recuerda más fácilmente el regustillo amargo de una almendra que te sale pocha? Se recuerda mejor, sí, pero el que repita plato es que es tonto.
Ayer hablé con Karen la cronopia parisina, que vive en lo alto de Monmartre y cuyo portero no funciona y siempre hay que darle voces para que te oiga y te abra, y le encanta. La nena me invitó a volver unos días a París, acompañada de buena compañía aprovechando que ahora mismo me acompaña la buena suerte. París, dichosos aquellos a los que les queda. No es el momento de explayarse al respecto. Adelanto sólo que yo tampoco encontré arena de playa bajo los adoquines. Durante casi tres años puse la ciudad patas arriba y sólo llegué a verle las vergüenzas. Ella me puso patas abajo. No aguanté el envite y me fui. Todavía no sé quíen se alejó de quíen con el rabo entre las piernas. Me importa sólo que yo caí de pie. Y ya no cuento más. Me apetece verte otra vez, cronopia, que no es lo mismo que volver a verte.
Escucho lamentos ajenos mentirse sin piedad. Inventar lo que no existió, recordar lo soñado, utilizar la nostalgia como analgésico para soportar un presente que se disuelve en espasmos de aspirina . A ratos me da envidia porque intuyo que ese querer regresar debe de procurar una satisfactoria aunque pasajera sensación de placer. Pero le doy con el martillito a la rodilla del pasado y no hay reacción alguna. Volver no me interesa y no es posible además, lo que estaba donde estaba cuando estaba, ya no está. Y quíen sabe si estuvo cuando estuvo. Huir hacia delante tampoco me interesa. ¿Dónde está ahora lo que estará cuando esté?
Me interesa quedarme, quédate conmigo donde estés aunque después nada quede.
Algo de nostalgia se siente cuando sumerges la cabeza en una sopa antigua de algas insípidas y notas que se ha borrado el sabor que tenía, que ya no está, nostos, no tá.
Duele no querer regresar a lo soñado, inventado, anhelado. Ilusión de abeto de navidad de hoja caduca que nos pincha el sueño al acariciarlo, vende a impostores nuestra fantasía y se congela siempre más tarde que más temprano, cuando por fín no nos parece poco que amanezca. La luz nueva del viejo día barre la calle de pinos de navidad desnudos de adornos y hace menos daño a los ojos que el artificio de las lucecitas intermitentes, ahora sí-ahora no-ahora sí. Si llovieron agujitas las ramas sobre la alfombra en el hall de la entrada, aspíralas a conciencia.
El algos de la no-nostalgia. Duele más quedarse que irse, da más vértigo construir que destruir. ¿Se recuerda más fácilmente el regustillo amargo de una almendra que te sale pocha? Se recuerda mejor, sí, pero el que repita plato es que es tonto.
Ayer hablé con Karen la cronopia parisina, que vive en lo alto de Monmartre y cuyo portero no funciona y siempre hay que darle voces para que te oiga y te abra, y le encanta. La nena me invitó a volver unos días a París, acompañada de buena compañía aprovechando que ahora mismo me acompaña la buena suerte. París, dichosos aquellos a los que les queda. No es el momento de explayarse al respecto. Adelanto sólo que yo tampoco encontré arena de playa bajo los adoquines. Durante casi tres años puse la ciudad patas arriba y sólo llegué a verle las vergüenzas. Ella me puso patas abajo. No aguanté el envite y me fui. Todavía no sé quíen se alejó de quíen con el rabo entre las piernas. Me importa sólo que yo caí de pie. Y ya no cuento más. Me apetece verte otra vez, cronopia, que no es lo mismo que volver a verte.
Escucho lamentos ajenos mentirse sin piedad. Inventar lo que no existió, recordar lo soñado, utilizar la nostalgia como analgésico para soportar un presente que se disuelve en espasmos de aspirina . A ratos me da envidia porque intuyo que ese querer regresar debe de procurar una satisfactoria aunque pasajera sensación de placer. Pero le doy con el martillito a la rodilla del pasado y no hay reacción alguna. Volver no me interesa y no es posible además, lo que estaba donde estaba cuando estaba, ya no está. Y quíen sabe si estuvo cuando estuvo. Huir hacia delante tampoco me interesa. ¿Dónde está ahora lo que estará cuando esté?
Me interesa quedarme, quédate conmigo donde estés aunque después nada quede.
2 Comments:
Huir hacia delante cuando ya no queda espacio para contar tus pisadas. Me sobra el tamaño de los árboles, ay de tanto, ay de tan poco. Irreparable, terrible sonoras palabras, silenciosa es la soledad en cambio. Es la vida sólo la vida que nos aguarda silenciosa, riendo. Así, sin más, no tiene plural su carcajada.
Me quejo de mi nombre, de mi origen, me canso de ser hombre. Y sucede que me acuerdo de estar vivo cuando olvido que huyo de puntillas de mí mismo.
Ven, contigo, mecánica sincera de los signos, matemática implacable de los cuerpos, dos soledades confundidas. Hay gentes tan desgraciadas que ni siquiera tienen cuerpo.
A lo mejor soy otro que se marcha, que no ha llegado todavía, a lo mejor recuerdo al esperar, y sin embargo tengo frío, profesor del sollozo, técnico del grito. Quisiera ser hoy feliz, de buena gana, frondoso de preguntas, henchido de respuestas. ¿Qué me importa que acabe de pasar el que vendrá? Yo ya no soy.
Pues por pedir que no sea. Yo me pido el sitio de la ventana y tu te pedirás un mosto y el tiempo pasará a ritmo lento mientras yo respiro. por cierto que es eso de Historias de philadelphia? Te has hecho un blog o que? No se puede entrar, lo he intentado.
Besitos resacosos pitirrosos, te dejo que se me va el sol de mediodia.
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