Thursday, November 08, 2007

(Felicidades) Kamchatka es el lugar en el que resistir

Hace días que lo único que se veía de la dra. Kamchatka eran cuatro pelos rizados sobresaliendo de entre una montaña de libros. Como leones mansos, se dejaban acariciar por ella, pero sin revelar en qué hojita de la jungla dormía el enigma que la tenía tan intrigada. Encontrar, no buscar, repetía una y otra vez mientras mascaba un jugoso regaliz de palo (por lo que nadie la entendía).
El papagayo, la golondrina, la cacatúa, la pareja de cigüeñas, el gato de Chelsea en el arbusto de boj, el lagarto y la lagarta con sus delantalitos blancos y las tortugas con su tablero de ajedrez a la espalda se miraban preocupados. El conejo Antonio también estaba, sólo que por lo mismo que las vías del tren no se meten en los corazones, era incapaz de inquietarse como ellos. Aún así, su naricita le decía que algo pasaba, y aquella tarde decidió cocinar moussgo de chocolate para llenar ese huequito en las tripitas de sus compañeros. Le salió tan bien que los pajarracos batieron las alas de puro contento y sin querer rompieron algunos inventos, el gato de Chelsea se desternilló y luego tardaron horas en volverlo a montar, los lagartos de tanto dar palmas perdieron su anillito de desposados (por fin somos libres!!! .- exclamaron, y se enamoraron por primera vez), y las tortugas del estrés que les entró con tanto bamboleiro temblequearon de tal forma que se les movieron las fichas de la partida que llevaban siglos jugando y protestaron con sus puñitos la una sobre la otra hasta que inventaron el fragor del tambor, y llegó la paz y la dra. Kamchatka con su pipa por la puerta.
-¡Tanto pico tanta pata, la oca se vuelve loca!.- gritó entre risas ahogadas por abrazos plumíferos.
Traía los pelos blancos alborotados y cara de regocijo. En algunas ocasiones, hacía excursiones con los brazos abiertos y así es como pescaba las sorpresas que a otros se les resbalaban entre las manos como en los cuentos. Unas veces eran salmones rosados, otras, cojines de coraje de cisne, corales irisados, escamitas de sirena, collares de centauro… Y esta vez, algo abultaba en su saquito de raso verde.

- AAAGGGGHHH.- se oyó. ¡¡EZTO PINCHA!! .- ¡Ay, me laztimé una patita, ayyyy!

No se puede ser torpe y cotilla a la vez, pero eso ve y explícaselo a un conejo alegre y saltón…Rauda y veloz, después de hacerse un siete en el vestido con la esquina de la mesa, romperse un tacón y estornudar levantando una humareda de polvo y pelusas (tengo que pasar la aspidistra pero ya!.- pensó), la dra. K acudió a curarle la garrita a su querido Antonio (de jarabes nada, monada, sólo besos por favor). El acebo pincha, tontolhaba, a ver si aprendes.- le dijo.

Cuando ya todos estuvieron tranquilos, ella misma sacó las ramas de acebo que había guardado en su bolsita, pero en vez de ponerlas en un jarrón como con el resto de los vegetales, las acelgas, las espinacas, los cardos y los espaguetis, las posó en su mesita entre los libros. Agarró uno bien gordote que estaba ronroneando, se conectó al altavoz para que pudieran oírla bien y les leyó la historia de los urugallos una y otra vez hasta que todos sintieron revolotear en el estómago que hay una diferencia entre la verdad y la superstición, aunque las dos sean mágicas. Así supieron de cómo los urugallos habían sido las primeras aves en despertar y ver al sol bostezando, y de cómo tal suerte había sido castigada por el resto de los picos, que de tanto dormir, tenían los ojos pegoteados y llenos de legañas. Los urogallos fueron desterrados. Muchos tuvieron que disfrazarse para poder seguir viviendo y se fueron apagando. Los que quedaron, empezaron a morir de hambre, pues como ya eran muy poquitos, ningún agricultor quería plantarles acebo, pues no les salía rentable, y era lo único que aquellos podían comer, Llegado el momento, quedaron sólo dos, los únicos que habían aprendido a batir las alas con más fuerza que la lógica aplastante de los carniceros. Como estaban un poco ce-gatos de tanto mirar al Sol, tardaron una eternidad en encontrarse.
La dra. Kamchatka no pudo descansar hasta que un cuco travieso le acabó contando (a velocidad de una palabrita por hora) donde encontrar un lugar para estos bichos.
Esa noche, cuando Antonio fue a deslizarles en su nido el mapita sobre como llegar al paraíso, pensó: sólo los urogallos sobrevivirán.
Y lloró, porque era la primera historia de amor que conocía.

Saturday, October 27, 2007

LA ENTRAÑABLE Y TRISTE HISTORIA DE ANTONIO EL CONEJO BLANCO



Érase una vez, en un lugar cercano como los secretos, un conejo blanco con una pompa de jabón cosida al trasero y orejas largas como los días sin zanahorias.
Antonio era por naturaleza alegre, pues tenía los ojos saltones y las patas largas. Un buen día se lastimó un dientecito tratando de desenterrar un rábano en el asfalto y se dijo muy ufano que las ciudades no están hechas para los conejos ni los conejos para las ciudades. Agarró su zanahoria estilográfica y dejó una notita que decía así:

- “ Te recuerdo que soy un conejo”.

Después la releyó muy teatral arrastrando mucho las “es” y las “os” , se llevó un Actimel y un hacha y se hizo al bosque. De no ser porque al darse la vuelta las orejotas le habrían tapado los ojos, Antonio, que además de alegre era torpe, se habría girado a mirar la promesa de la urbe desde la colinita. Y se alejó dando saltitos columpiándose sobre su hacha siguiendo las vías del tren hasta que ya no hubo más tren ni más vía.

- Los trenes no están hechos para los bosques ni los bosques para los trenes. Así que el futuro debe de estar en las patas-. Pensó en voz alta, y se regocijó unos minutos al oír su propia voz de pito que le hizo recordar que era un conejo alegre y algo torpe.

Atravesó el bosque hasta llegar al corazón y por el camino, como no se encontró con ninguna lechuza, se demoró a charlar con ellas hasta que aparecieron. Le pareció que había un tono de advertencia en sus uhus repetitivos pero como tenían los ojos también saltones se entendieron bastante bien. Y en el corazón, que en el bosque no está en el bolsillo izquierdo sino en medio de la espesura, había un lago como un espejo, pero con olas (sin hache). El pajarraco recogió con cariño las orejas de Antonio, le hizo con ellas un cómodo lazo como una escafandra, levantó primero una ceja y luego el vuelo (y una nube de hojas secas).

- ooooh ooooh. Al agua no por favor, al agua no por favor.- se decía dando vueltas sobre sí mismo persiguiéndose el rabito (que era una pompa de jabón).

Hasta que tropezó con su reloj de pulsera y con los ojos como platos exclamó:

- ARRRRJ!!!!! LLEGO TARDE, LLEGO TARDE!!!! Al agua patas!!!

El agua estaba helada, como era de esperar, probablemente porque lo normal es esperar que esté caliente y entonces la sorpresa es como un mordisco en los morros. Congelado, Antonio no pudo por menos que aprovechar la travesía y cortarse unas alguitas para más tarde. Cuando por fin alcanzó la otra orilla, el conejo blanco estaba casi azul del frío.

- Ay! Brrrrr brrrrrr brrrr Ay! .- repetía sin cesar, hasta que por hablar dando saltitos se mordió la lengua y tuvo que callarse a escuchar a las lechuzas desde el otro lado gritar, yuuuujuuuuu-yujuuuuuuuuu. –ZILENCIO, PE-ZA-DAZ!!!!! .

La dra. Kamchatka lo dejó conejear un ratín más. Con su triciclo motorizado oculto tras unos arbustos aguardaba a ser vista. De calada en calada recordaba que la esperanza está en las yemas de los dedos, fumaba hierba, se llevarían bien.

Wednesday, September 12, 2007

Un trébol de cuatro rojas

A lo mejor no te hace falta escribir, ni pintar, ni bailar. Quién sabe si serás la más avezada en el arte de vivir.

¿qué quiere decir avezada? dices así limpito y simple con tu boca en minúscula y sin acentos.
Nos sentamos en la encimera de la cocina con la melena al viento que ronronea a través de la campana extractora, ¡ay que te cojo! Las cazuelas juegan a las pompitas y a los volcanes, tú me estampas un besubio y yo te canto un cuentamen con desentono infantil.

Entra la Suerte sin pedir permiso abre las puertas de par en par nos mira tiene los ojos oscuros y las cortinas largas hasta los pies le cosquillean los visillos

- ¿qué desea tomar la señora?
- Señorita por favor, no toque las pelotas.
- Uy a la pelota no que me romperá los cristales y me ha costado un ojo de la cara comprarlos graduados (mejor no tentar a la Suerte, que es más bien torpona)
- Menuda sotona está usted hecha.

Pues si vamos a jugar al tute lo mejor será un chocolate a la taza, tenga cuidado no se le caiga el bizcocho dentro que no nos quedan cucharillas. Pero la Suerte es poco envarillada y se planta enseguida la servilleta en una teta. Al principio se hace de rogar pero no es de las que resisten a la tentación, amén.

A mí no se me dan bien las cartas, bueno, esas cartas, ¡no todos pueden ser unos avezados guerreros en el arte de vivir! (grito y cuando me pico se me pone voz de pito) Yo cacareo mejor al ajedrez, que es rico en calcio y en metáfora amorosa.

- ¡¿ah?! Pues si no se le dan bien esas, haber escogido otras - dice la invitada tintineando la lengua hasta la punta de la nariz, lamiéndose el descaro.
- Pero qué morro (tan manchado de choco, además), anda venga, no se enroque usted que ya sonrío, pero baraje bien eh, no me joda.
- Sí sí emperatriz, yo me mezclo aquí unas copas pero usted por su parte no se raje, claro que por algunas partes es normal, porque me va tan ajustada…


Pierdo, claro, la cuenta de las veces que pierdo, pido prenda y ¡ya no me quito nada más! Trae que me tape al menos con un cubilete.

La Suerte se desternilla, se le esconden los botones en las mejillas, sin avisar agita los visillos con coquetería y dando un saltito, glup, sale volando por el extractor, sí, como en el anuncio del pollito (sólo que ella casi lo tapona).

Nosotras nos bajamos de la encimera de mármol porque se nos está quedando el culo frío y Julieta que es un as en el arte del juego me regala un comodín que me enternece, y en justo pago le enseño cómo se pronuncia la Z.

Thursday, September 06, 2007

(frente al cabo de Poca Esperanza)


Entzun, Julia:

En caso de guerra, haz como en los incendios, ¿vale? Deja todo atrás, las luces encendidas. Preocúpate sólo de salvar la vida. Es lo único que vas a necesitar después.

Prometo volver a la semana que viene con una http://www.youtube.com/watch?v=Wbr5Dk5gy-s (nana)

muxu handi bat.

aiala.

Tuesday, July 31, 2007

Prefiero la capoeira

La última vez que salí a un escenario sangraba de la nariz.
A Leticia se le deslizó un tirante del tutú y cuando la vieron correr llorando desconsolada a su camerino todos pensaron que era por la teta y no por el telón.
Me acuerdo de Sofía de vez en cuando.
Llevo un rato intentando escribir un párrafo sobre ella y no me sale. Vuelve a intentarlo, me habría dicho sin mirarme. Habría bastado. Fumaba en clase.
Decía, sólo es posible tropezarse con la duda. Y ese día empañábamos los espejos.
No decía nada, no encendía el tocadiscos. Eran horas dedicadas e entrenar al músculo a no dudar, a hacerse elástico. No se podía llorar, en el caso contrario habríamos empañado los espejos. Ella lo llamaba extensión y cuando te apretaba en los muslos para que te abrieras de piernas hasta tocar el suelo no se quitaba las botas de tacón de cuero negro. Prometo que no es fantasía.
Esto mismo, después, lo he visto en muchas partes. Sofía, de haber sido guitarrista, habría sido el flautista de Hamelin.
Y esto no se puede confundir con la danza. Uno puede bailar sin que le tiren de las cuerdecitas.
Al año siguiente Ibai, el único (en todos sus sentidos) chico, dejó el ballet por el Taekwondo.
Yo aprendí otros idiomas.
Fue en el último saludo. Llevaba de la mano una fila de niñas pequeñas. Al recoger del suelo una rosa seca que se le había caído a la pequeñaja de delante, la fila no esperó (la fila nunca espera), y al incorporarme me estrellé contra la puerta que separa la escena del mundo. Son gordas y pesadas, aún me acuerdo y me mareo.
La última vez que salí a un escenario sangraba de la nariz.

Thursday, July 26, 2007

Dobleces al cuadrado


Todavía de vez en cuando me llaman cascabel, y me lo guardo en la misma cajita donde conservo lo de los purés. Cada uno tiene sus tesoros.
Risas con las aristas, un mundo desde el pico de un compás. Un pañuelo en el bolsillo para las caídas. Aterrizar en un oso.
Una flor con el cubo de Rubick. ¿De kubrick? – dije yo, y me gané un coscorrón.
Un comecocos coloreado con acuarela, con los lados desigualados y dedos manchados de nocilla (o de dulce de leche). Os lo he hecho con un mantelito de papel quebrado de menú del día.
Flap.

Thursday, July 19, 2007

La bolsa o la vida

Querido,

Vuelvo de la guerra. Te diré que he visto tropezar a todos los que antes de correr se besaban el escapulario. Buscaban fuera, motivos fuera, fuerzas fuera, subían y subían y en las azoteas no dan vasos de agua. Por eso me perdonarás que antes de la batalla no haya pensado en ti. Sé que te alegrará que haya existido esos instantes, pues hay que existir para vivir y vivir para cambiar. Y hay que cambiar, para no parecerse al mundo y que el mundo parezca otra cosa.

¿Te acuerdas de aquella foto de una manzana roja bañada en platino que tanto se parecía a París? ¿De las cosas que escribí sobre las escaleras y los ascensos? Pues he cambiado de opinión (como te he dicho antes, ahora existo y antes no lo sé). Atravieso a tientas cavidades y humedades y sé que al otro lado está el mar.
OBVIO, me dirías con deleite, porque te encanta decirme que digo obviedades y a mi contestarte que por la noche al apagar la luz, si escudriñas las estrellas de la pared, desaparecen. Aunque obviamente estén ahí. Voy en busca de todas las obviedades que he enfocado con ojos prestados y he perdido. Para ver si es posible existir más todavía.

Te confieso que a veces esto de existir se me hace un poco duro y me siento sola. Lo que pasa es que justamente porque existo no puedo decir que anhele una compañía determinada en esos momentos, una voz, unas palabras para Julia. Y sigo buscando el mar más alla de las cavidades, pues intuyo que es lo único que va a ser capaz de llenar mi vacío.

¿Tú crees que todos los vacíos se parecen? El otro día hablaba de esto con un mapache en la cocina. Las sillas son de Ikea y a la media hora se te clava el respaldo en las alas. Por cierto, fui muy feliz ese fin de semana. ¡Recogí pan sembrado hace siglos y estaba calentito! Pero a lo que iba. Que creo que nos duele a todos en el mismo sitio, que todos los suelos estan inclinados hacia el mismo lado y que todas las canicas aterrizan siempre en el mismo rincón. Pero no estoy segura, puede que al final sea sólo una proyección de ego y que me vea a mi todo el rato. Como ves dudo hasta de mi sombra y me alegraría poder decirte mañana que ya no pienso que nos dedicamos a convertir el dolor en horror y a escupir en el cemento los huesos de los albaricoques. A todo esto le llamo ira, para que te vayas acostumbrando y así al hablar no me hagas dar tantas vueltas. Es normal lo de la ira, nos la ponen en el bibe desde txikis (por cierto que no viene a cuento, pero siempre escupí los purés, es algo de lo que me enorgullezco como una boba).

Lo de mi repentino interés por la pedagogía tiene mucho que ver con todo esto que te estoy contando. Te cito a Marvin Harris, lo he leído esta mañana esperando al 620. “La escuela es, en efecto, un adiestramiento para la vida posterior, no porque enseñe (mejor o peor) la lectura, escritura y aritmética, sino porque inculca la pesadilla cultural y esencial: miedo al fracaso, envidia del éxito” Ya sé que lo sabes pero hoy estoy que me apetece unir yo sola las líneas de puntos, despelote. Presiento que la educación está más o menos al mismo nivel del mar hacia el que avanzo atravesando cavidades y humedades. Nos entrenan para no existir, ¿te das cuenta? Y nadie dice nada. Encuentro en otros blogs la defensa de las letras y la sangre y me tiemblan las manos. Dicen que se están volviendo locos los adolescentes y por eso les aplican parches fríos de represión. ¡Hay tan pocos profesores que existan! Debemos darnos prisa en existir para vivir y cambiar y no parecerse al mundo, para que así el mundo pueda parecer otra cosa. Se crean centros de rehabilitación de hijos, de desintoxicación de tele, se agotan las pastillitas y el infinito sueño y vuelvo con que lo obvio se escapa cuando lo enfocas. Y después todas las manos a la cabeza y venga a correr hacia arriba a ver si en la azotea se puede uno suicidar a gusto, pero resulta que ademas de no dar agua, han puesto red. Llegado este punto, me cuesta no odiar. Pero no quiero parecerme al mundo. Prometo intentar cada día no parecerme al mundo.

Por cierto si tienes un minuto metete en el blog de Hernan Casciari, www.orsai.es Es maravilloso, no sabes la ilusión que me ha hecho encontrarlo y ver además que le va tan bien, que le quiere tanta gente. ¡me alegra tanto cuando ganan los buenos!

Chico, te voy a ir dejando ya, vengo de la guerra y me apetece disfrutar un rato de que existo yo y la guerra no existe a no ser que yo la invente. Otro día te cuento de cómo se mira el mundo en el espejo y se muere asesinado por Cupido agarrando un camafeo.

Traeme un pastel de miel de Turquía.